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22 Diciembre, 2015

El encanto navideño de Santillana del Mar

Las fechas navideñas son una excelente época para visitar la localidad cántabra de Santillana del Mar. Fuera de las épocas altas de visitantes, el pueblo recobra la tranquilidad propia de una pequeña villa de pocos habitantes.


Santillana del mar, Cantabria

Además, en estos días hay diferentes alicientes para acercarse hasta este rincón de la costa occidental de Cantabria, como recorrer su ruta de los belenes o, simplemente, perderse por sus callejas casi desiertas y contemplar el legado histórico de generaciones impreso en las piedras de las casas, casonas y palacios de la villa.

La tradición de los belenes está siempre presente en el encanto navideño de Santillana del Mar. Desde hace décadas, cada año la villa cántabra celebra su particular ‘belén viviente’ en el que participan los vecinos, y que también forma parte del auto sacramental de los Reyes Magos que se celebra desde hace más de 50 años en la tarde del 5 de enero por las calles de este bello pueblo medieval, y que es Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Además, en Santillana del Mar hay otro evento navideño relacionado con el Nacimiento, la ‘ruta de los belenes’, que permite contemplar las interpretaciones de particulares e instituciones públicas del clásico belén a través de un recorrido por calles y pueblos del municipio.

Conjunto Histórico Artístico

Santillana del Mar, Conjunto Histórico Artístico, es uno de los pueblos medievales mejor conservados del país. Desde la Edad Media ha sido uno de los núcleos más importantes de la región, hasta el punto que fue capital de la Merindad de Asturias de Santillana, una de las merindades que conformaban la actual Cantabria. La villa se estructura en torno a varios centros de funciones muy definidas. La Plaza de las Arenas, presidida por la Colegiata, la Plaza de Ramón Pelayo, que fue originalmente la plaza del Mercado, presidida por las Torres del Merino y de Don Borja, así como la Casa Consistorial y el área de los conventos de Regina Coeli y de San Ildefonso.

Santillana cuenta con un patrimonio arquitectónico extraordinario. Dentro de la arquitectura religiosa destaca la Colegiata de Santa Juliana, en torno a la que se desarrolló la villa. Hacia los siglos VIII y IX se fundó un primer monasterio que acogió las reliquias de Santa Juliana, de donde deriva el nombre de Santillana. Sobre el siglo XI el monasterio se convirtió en colegiata y durante siglos, los distintos linajes de la villa contribuyeron a engrandecerla. La mayor parte del edificio es románico pleno, aunque se perciben añadidos renacentistas y barrocos.

Destaca su claustro, en la parte norte, cuya importancia reside en la iconografía de sus capiteles, que constituye una síntesis de los principales motivos decorativos del románico.

Por lo que se refiere a la arquitectura civil destacan edificios como la Torre de Don Borja, y frente a ella, la torre del Merino, una construcción de carácter defensivo que sirvió de vivienda a los merinos mayores de las Asturias de Santillana, ambos del siglo XV. Del mismo siglo permanece la casa de Leonor de la Vega, madre del Marqués de Santillana, muy cerca de la Colegiata de Santa Juliana, y detrás de ella se halla la plaza de las Arenas, donde sobresale el Palacio de los Velarde, también del XV. Junto a ellos, otras construcciones como la Casa Palacio de Peredo-Barreda o Palacio de la Marquesa de Benamejís, la de los Villa o la de los Bustamante, todas del XVIII. En este conjunto destacan otras edificaciones como la casa de los Barreda, actualmente edificio del Parador Nacional Gil Blas, o el palacio de los Valdivieso, del siglo XVIII. Algunos de estos edificios acogen actualmente instituciones de carácter cultural como el Museo Diocesano, la Casa Museo del escultor Jesús Otero, la Torre de Don Borja, el Museo de Caja Cantabria o las Casas del Aguila y la Parra, que son salas de exposiciones.

Pero el atractivo de este pueblo no sólo está en estos grandes edificios, sino que todo él es una intrincada red de calles empedradas, a cuyos lados se ubican edificaciones de todo tipo con un alto valor histórico. Un entramado urbanístico propio de la Edad Media y el Renacimiento que transporta al paseante a otros tiempos.

Autor y fuente:Diario de Gastronomía

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